Sí. Los tests eran tan fiables como este gobierno. La enésima muestra de que no podemos depositar la confianza en quien no hace sino tratar de hacer ver que hace algo. Y no hace sino sembrar más caos. El Sánchez más inepto quizá tenga razón en algo: en que el virus representa un enemigo común. Pero obvia lo importante: el enemigo común habita en Moncloa y se propaga en sus nefastas decisiones.
El momento exige cabeza fría ante la tragedia que sufrimos. Cabeza fría y corazón caliente. Porque lo que nunca podrán arrebatarnos Sánchez y los suyos es la esperanza en un futuro próximo infinitamente mejor. Un futuro del que él y los suyos no formen parte activa. Un futuro que debemos empezar a construir ya. Desde casa. Aunque creamos no poder hacerlo, debemos. Porque nadie lo va a hacer por nosotros.
En este tiempo tan incierto, vivo con tranquilidad profesional pero con extrema impotencia ante quien debe tomar decisiones para todos. Ante quien debe gobernarnos y decide desgobernarnos, y también ante la falta de líderes que asuman por capacidad la iniciativa de la situación, aunque por derecho no les pertenezca. Vivo, en cambio, esperanzado ante acontecimientos que demuestran que la vida puede más. Vivo con profunda extrañeza la ausencia del abrazo y el beso a quienes quiero y no están a mi lado ni puedo acercarme. Y vivo el dolor de quienes, muy próximos, sufren la enfermedad y de quienes pierden a sus seres queridos, incluso por partida múltiple. Y cuesta asumir en la distancia física, manteniendo únicamente la cercanía en el corazón.
Si algo debe marcar estos días es la esperanza y la calma. A pesar de todo. Y la confianza. En Dios, en nosotros mismos y en quienes son dignos de ella. Esto es, en quienes salen al encuentro en el camino del servicio. Y tan importante es tomar las decisiones adecuadas. Más aún, cuando decisiones propias afectan decisivamente a otros. Y, más aún, a todo un país.
Es inadmisible que el gobierno decrete un estado de alarma para acaparar todo el control de la gestión y bloquee, por pura incapacidad, incluso lo más básico, como es el abastecimiento de material sanitario de protección. Es inadmisible el fiasco -sin asumir responsabilidades- de la adquisición de test de detección rápida que no funcionan, tratando de ocultar el número real, ocultando el coste y manteniendo el contrato. Por esto va a tener que dar explicaciones. Y muchas. Es inadmisible que no sepamos el número real de contagiados porque el gobierno no ha sabido asumir sus propias competencias. Es inadmisible que los profesionales médicos y sanitarios españoles representen la mayor tasa de contagio del mundo, y, por tanto, mermen la atención que cada vez demandan más españoles. Es inadmisible que el Sr. Simón, director de esta orquesta que se hunde mientras toca y mientras el ministro se ahoga, asegure que, ante un positivo por coronavirus de un profesional sanitario, se realiza la prueba a quienes trabajan a su alrededor y sean los propios profesionales quienes denuncien la mentira en redes sociales. Es inadmisible que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado se vean obligados a denunciar falta de medios y exceso de verborrea. Es inadmisible que el propio gobierno promueva una cacerolada al Rey y calle después ante la intermediación del monarca para recibir el material que el gobierno es incapaz de traer. Y calla incluso ante las temidas grandes empresas, como Alibaba o la propia familia Ortega. Es inadmisible que el plan de choque económico ante la crisis que ya ha llegado sea arrebatar la libertad de las empresas para decidir sobre su supervivencia, abandonar a los autónomos y prohibir la actividad de lo que llama “sectores no esenciales” y su ministra ni siquiera sabe explicar. O distinguir. Han preferido de nuevo la nocturnidad del boletín y el diferido. Han preferido el caos. Es inadmisible el cierre del Parlamento y, por tanto, de la iniciativa legislativa y de control al Gobierno. Es inadmisible que la única solución que ofrecen sea la prohibición y la coacción. Y es inadmisible que nadie haga algo al respecto.
Este estado de alarma prolongado es el estado natural en el que nada este gobierno. Pero no es un estado de alarma de facto, sino un estado de excepción. Y no es el estado en que puede sobrevivir una sociedad democrática como la nuestra si el gobierno no adopta las medidas idóneas y limita su temporalidad. Una sociedad española que necesita soluciones y respuestas. Una sociedad que también forman sus ancianos, y que esta pandemia está mostrando como olvidados a quienes no parece tan grave perder. La voz la pone una concejal indigna. El pensamiento es gravemente compartido.
Cuando hace varias noches vi en un medio digital la propaganda sanchista alentando a parar el virus entre todos, sentí que la crisis iba a ser mucho mayor de lo que nos cuentan. Cuando quienes ofrecen el no-do diario insisten en que la curva está cerca y se felicitan por un descenso diario de cien muertos, veo que quedan aún curvas de muertos como las que se han sucedido solo esta pasada semana. Cuando Sánchez recuerda a Truman para pedir otro ‘Marshall’, ahora a Europa, me permito recordarle desde aquí que uno de los objetivos del plan genuino fue la lucha contra el comunismo. Un comunismo que él abraza y que, otros, silentes y complacientes en segundo plano, asumen de algún modo.
Por eso algo debe cambiar lo antes posible para que el virus no siga siendo la excusa de la nefasta gestión de Sánchez. Debe dejar de decidir el enemigo común. Debe desinfectarse La Moncloa. Debe dirigirse el destino de todos con criterios indudablemente liberales. Protegiendo la salud de los españoles con decisiones rápidas y eficaces. Priorizando tanto a los enfermos como a los profesionales implicados en el proceso sanitario. Garantizando al mismo tiempo la máxima actividad económica que permita la situación. Blindando a los sectores estratégicos de la economía. E introduciendo bonificaciones generales e inteligentes que permitan suavizar realmente la caída de la propia actividad.
Y todo esto supondrá que no es la ceguera la que decide. Supondrá mirar más allá. Supondrá aplicar hoy soluciones para el corto y el medio plazo. Propias de progreso. Real. ¿Hay alguien capaz de liderar una respuesta eficaz y necesaria?