Line of the day: El control

La obsesión gubernamental por domar y adormecer nuestras vidas no es omnipotente. Gracias a Dios. Precisamente es Dios quien nos lo recuerda. Y más a menudo de lo que podamos pensar. Y cuando menos lo esperamos. Esto es hoy motivo de celebración. Porque el último año no ha sido solo de muerte y de frustración. También ha habido regalos excepcionales de vida. 

En pleno estreno de un estado de alarma estrangulador para toda actividad, no solo económica, hubo una mano creadora, una generosidad impagable y unos médicos valientes para culminar con éxito un trasplante soñado. Vivirlo de cerca supuso actualizar que nunca estamos solos. Ni siquiera en aparentes fines del mundo. 

Las situaciones realmente extraordinarias no siempre ocupan los informativos y las páginas principales de los diarios nacionales. Aunque deberían. Convertiríamos el drama en esperanza a pesar del propio drama. Invertiríamos la tendencia. No dependeríamos tan en exceso de la incapacidad de los gobiernos. Y lideraríamos la sociedad a pesar de ellos. 

El control absoluto no lo conceden las competencias. El control no es nuestro. Nadie tiene el control de su vida. Solo la toma de decisiones que le hacen libre para continuar. Extralimitado, el 68 nació muerto para quienes creyeron alterar las leyes naturales. Las que les permitieron precisamente creerse dioses. Asumiendo su teofanía laicista, diríamos que los momentos de gloria pueden darse ante los focos. E incluso recogerse en los libros de historia. Pero nunca serán tales. El exceso verbal de esa libertad mal entendida nos lleva a describir realidades que no conocemos. Y a sorprendernos cada día con quien realmente lleva el timón. 

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