Line of the day: Próxima estación

En España se celebran los santos. Vertebran el calendario. Somos fruto de la historia. Y la historia de España es historia de santos. Solo la extrema y minoritaria izquierda, nieta e hija de la guerracivilista y sus posteriores evoluciones armadas, los rehúye regresando a la época en que los fabricaba a precio de sangre. Pero también lo ha hecho en 2020 bajo la inacción. En las residencias que gestionaba Iglesias han muerto 30.000 mayores. En sus trágicos hitos, seis veces más que en la matanza de Paracuellos. Solo él y sus círculos permanecen bajo la ipnosis del odio, con la complicidad de sus altavoces. 

La única pólvora que echamos de menos es la de las Fallas. El día de San José lo celebraban en Valencia para festejar a su patrón los carpinteros. El virus del este es el que se ha reído del mundo, al que ha puesto a prueba de supervivencia. Las celebraciones en casa son hoy videollamadas. Con el mismo reconocimiento a la cabeza. Al patrón. Al patriarca. Sí, el padre como cabeza. Bendito patriarcado si entendiésemos realmente lo que significa. La bien entendida autoridad. Establecida junto a la madre. La obviedad solo es irreal para quienes quieren alterarla e imponer su ficción. 

Con este San José llega una primavera censurada como única preocupación. Les va la vida en ello, en el pobre lenguaje ministerial. Yo homenajeo a mi segundo nombre con la libertad de los hijos de Dios. La que permite liberarse antes de ser preso de la incongruencia. La traición a la verdad es el principio del fin de las sociedades, más débiles que los imperios que perecieron. 

Esta maldita pandemia me ha hecho ver que la vida no es una suma de estaciones, sino la suma de agradecimientos. El primero, por vivir. Y porque no sea presa de la ley que pone alfombra roja a la muerte. Las construcciones semánticas no son fruto de la casualidad. Como tampoco lo es el cambio de actitud ante lo que viene cada día. El que permite quitar el árbol de Navidad en la antesala de Semana Santa, mantener el armario de verano hasta diciembre y tener aún a mano las sillas de playa en el maletero. 

Porque, si miramos más allá, comprobamos que en el mundo siempre es verano y siempre es invierno. No hay próxima estación, por mucho que el gobierno se empeñe en seguir marcando las pautas con arengas balbucientes. Y por mucho que se envuelva en la mentira. El tiempo no es suyo. Ni del viento. 

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