El cambio necesario también llegará a Palencia 

A finales de semana asistí a la despedida de Victoria. 88 años y una vida marcada por la dedicación desinteresada a los más vulnerables de Palencia. Su último adiós fue necesariamente en lo que llaman estricta intimidad. Fue el momento más triste junto a personas ajenas a mi círculo más cercano. También fue el reconocimiento más sincero a una vida entregada hasta el último instante. 

Arturo, su marido, queda viudo con 92 y mantiene una fortaleza que la mayoría no entiende. La belleza de la decadencia. La firmeza de la humildad. La plena confianza en Dios. La satisfacción por la empresa realizada. Su paso lento, ayudado por el andador, marcaba el ritmo al término del funeral. No importa la velocidad; lo que importa es fijar el destino adecuado y estar dispuesto a hacer siempre el bien. Arturo debe seguir regalando su testimonio de vida. Es más necesario que nunca para contrarrestar la degradante contracultura que impera en cada rincón de nuestra sociedad. 

En aquella estricta intimidad, la historia de Victoria y Arturo ilumina una Palencia decadente. Quizá aún más decadente desde el 28-M. Más de 4.000 palentinos creyeron que un partido localista sería el mesías esperado. Tres semanas después, la ciudad ha contemplado un pacto de intereses compartidos por el que Miriam Andrés hace realidad su obsesión, el bastón de mando, y Vamos Palencia recibe el regalo de una estructura administrativa propia de un equipo de gobierno pero sin gobierno. Nadie como los socialistas para gestionar generosamente el dinero de los demás. Nada como la inconsistencia de un mensaje populista para mutar en tiempo récord. 

En lo demás parecen estar de acuerdo. Esto es lo alarmante. Quienes dicen llegar para salvar la ciudad asumen la iniciativa de unas siglas esencialmente incompatibles con el progreso. Por sus hechos y por sus convicciones conocemos al PSOE. Y el PP, incapaz e inmóvil, ha propiciado este desenlace. Prolongó una candidatura agotada desde hace demasiado tiempo, sin proyecto y sin nuevos estímulos de reconexión con la calle. El castigo electoral era lo único previsible. 

El cambio es la promesa más adulterada. El cambio es que nada de esto vuelva a suceder. El cambio es que palentinos como Victoria y Arturo sean reconocidos como modelos ciudadanos. Y que su ejemplo sea proyectado en el intento necesario de construir la Palencia que merecemos. El cambio necesario aquí también llegará. La ilusión será una realidad sin eslóganes.

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