El fútbol es la antipolítica

Luis de la Fuente ha sustituido a Eric García por Nacho, a Ferrán por Joselu y a Unai Simón por Kepa, y España es solvente sin necesidad de infartar. La Roja es más blanca y la opinión pública duerme debates. La sala de máquinas adolece, pero eso se soluciona llevando a dos atléticos. Tres, con Hermoso en lugar de Laporte. He ejercido de seleccionador nacional. Como tantos. Con estas diferencias, subsanables, el nuevo mister me ganó mucho antes de golear a una Noruega sin Halaand.  

Que cueste ganar es lo normal. Sólo debemos aspirar a ganar siempre. A ser competitivos. A superarnos a medida que crece la adversidad. Y sólo debemos respetar las reglas, que nos sitúan en igualdad de oportunidades siempre que no se adulteren las decisiones. A veces, de manera velada. Otras, insultantemente a las claras. 

Rajoy confesó que lo primero que hacía después de la marcha mañanera era leer el Marca. Sólo puede entenderle quien profesa amor eterno al fútbol. No como modo de distracción, sino como el camino efectivo que debe emular la política. Vivir en rojo y blanco confirma que ese amor puede cambiarlo todo si se cree y se trabaja. Si se tiene un plan. Si se posee la ambición necesaria para levantar el ánimo de todos, impulsar sus capacidades y hacer que remen en la misma dirección, como miembros todos de un mismo proyecto. 

El impersonal denota que no hay sujeto activo. Éste es el problema de la España política de hoy, representada en las instituciones, en la que el miedo puede más que la sana ambición; la espera difumina cualquier plan de reconstrucción, la fe vuelve a las catacumbas y el trabajo muestra la fatiga del dolce far niente. Y puede ser peor. Amenazan con estar siempre y sucumbir al nuevo caos establecido. Otros, con avanzar en este caos, sin oposición. 

El fútbol ejerce de necesaria antipolítica. Salvo nubarrones muy negros que justifican en el victimismo, en el abrazo del Lazarillo y en el lobby oscuro, que acaba viendo la luz. Todo es presunto, salvo alguna cosa. Y, ante la debacle, el deporte rey ejerce también de paraguas irracional. De anteojos catártico y compasivo. Con todo, todo debe transformarse en esperanza. Al menos, en buena intención; nunca en subterfugios ni en reducción del tamaño de las siglas. 

Nada vende hoy más que lo que anhelamos. Y anhelamos verdad. El marketing es poderoso ante la vulnerabilidad. Hoy se erige en fiscal, al servicio del bien o del mal. Daniel Calparsoro da una lección de crítica social -institucional y política- en Hasta el cielo. Engancha porque retrata. Porque quita vendas y abre los ojos. Tanto que sitúa a algunos incluso en el bando de los malos. Pero, ¿quiénes son los malos? ¿Hay alguien al aparato o debemos seguir esperando? 

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