Galicia siempre será el camino

Acto de campaña en A Coruña de las elecciones generales de julio de 2023. / Partido Popular.

Un cargo público socialista se ha exigido para coincidir con otro cargo público socialista en esta edición de Fitur. La alcaldesa de Palencia fue a hacerse la foto con el presidente de Asturias y tomarse “un culín”, mientras el ministro Puente pinchaba el globo del soterramiento. En las alturas, sólo se desplazan Sánchez y Puigdemont. Emiliano García-Page salía abiertamente de la cuenca socialista para escenificar un encuentro improvisado con sus homólogos más afines de Andalucía, Comunidad Valenciana y Murcia y hablar, sonido de ambiente mediante, de una estrategia compartida por las deudas históricas del Estado en financiación autonómica. 

Fue Feijóo el que hizo historia a esa misma hora en León. Anunció en un acto sobre educación que las 11 comunidades gobernadas por el PP trabajan en un examen común de EBAU en 2025. España es el país más descentralizado del mundo y las sensibilidades y asimetrías se transforman en fortalezas cuando el poder lo permite. Es la primera victoria del mapa azul que arrojó el 28 de mayo y lo será de los alumnos que residen en estos territorios. Deberán esforzarse más de lo que les exige Sánchez. Serán héroes frente al villano más perseguido por la historia. Sus méritos les harán crecer ante las adversidades que encontrarán a lo largo de sus vidas. Sánchez, en cambio, no podrá demostrar ni la constitucionalidad de la amnistía ni la autoría de su tesis y sus libros. La mala educación de ayer son las malas artes de hoy. El fraude revestido de publicidad institucional. 

Incomprensiblemente, el PP proyectó a medio gas el anuncio de ayer y deslució una victoria moral -y educativa- de Feijóo con una foto de mus. Era el día de la educación y, por tanto, no era el día del empujón a Page. Quizá al abismo; quizá a la candidatura a la Secretaría General del PSOE postsanchista, que debería ser un partido descompuesto para entonces. Los españoles decidirán. 

El escenario electoral que pueda certificarlo debería estar sobre la mesa desde hace tiempo. Porque Sánchez vive con respiración asistida y España, en reserva democrática, social, económica y anímica. El momento será tan decisivo que no atenderá a las incongruencias, las indecisiones y la falta de convicción que la alternativa mostró en julio. 

Es cierto que la primera batalla será Galicia. Es ya Galicia. Allí, quien lidera hoy el PP nacional supo cohesionar cuatro veces consecutivas a una mayoría aplastante en torno a un mismo proyecto político. Nadie más lo ha logrado. Esto debería haber bastado para dejar a Feijóo ser Feijóo en sus primeras elecciones generales. No fue así. Con todo, ganó de nuevo el PP, pero con expectativas profundamente frustradas y un resultado insuficiente para evitar la deriva agudizada de la nación que es el sanchismo. O PSOE al descubierto. Da fe de ello el notario mayor del Reino

En un primer bosquejo, las directrices deberían estar claras: Primera. Galicia siempre será el camino. Segunda. El PSOE es el partido que dirige Sánchez y cuenta con un respaldo electoral del 31,70% de los votos. Tercera. Todos los cargos orgánicos socialistas aplaudieron a Sánchez el día que proclamó la solemnidad de la amnistía y callan ante su tramitación y sus nuevas claudicaciones; todos, salvo Page, que optó por seguir jugando a los circunloquios. Cuarta. Teniendo claro todo lo anterior, los proyectos políticos deben definirse y diferenciarse hasta el punto de no conceder la más mínima condescendencia a sus competidores. Quinta. Los miembros de un partido saben que la prioridad pertenece siempre a la Presidencia. Sexta. Manejar los tiempos lo es todo. Séptima. Si tienen un líder al frente, reconózcanlo y ayúdenle a serlo. Sin descanso dominical. 

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