Los Goya preelectorales y la decepción de los últimos lunes del sanchismo 

El presidente de la Academia del Cine conversa con Alberto Núñez Feijóo en la alfombra azul de la gala de los Premios Goya 2023 | PP.

Los Goya preelectorales sentaron a Sánchez y a Feijóo en la misma grada. No iban convocados, pero no quisieron perderse los focos de la alfombra azul antes de pasar a la irrelevancia. La Academia del Cine mantiene a los políticos difuminados entre el público, aun a costa de un evidente error de protocolo. El modelo anglosajón prima la igualdad de posiciones a la tribuna, incluso en actos tan relevantes como las tomas de posesión. A veces, basta un paso al frente para proclamar discursos históricos y útiles sin importar la ubicación. Thomas Jefferson declaró, en su primer discurso inaugural en 1801, que “aunque la voluntad de la mayoría debe prevalecer en todos los casos, para ser legítima esa voluntad ha de ser razonable”. 

A Sánchez no le asiste la razón y, por tanto, tampoco la legitimidad en su acción de gobierno. A sabiendas, la contrarresta con la escenificación que tanto admira. Quizá en primera fila, el presidente no hubiese podido evitar un salto al escenario para anunciar en exclusiva el lanzamiento de su docuserie, que es lo único que le queda en cartera, junto a tantas crisis de gobierno y decretos-leyes como le parapeten tras la nebulosa. 

Quiso Sánchez que los Goya fuesen una cortina de humo más. Pero el cortinaje está tan rasgado que la luz penetra sin oposición. Hizo bien Feijóo en acudir. Nada mejor que el pulso en primera persona a un colectivo incondicional de la izquierda, aunque no pierdo la esperanza de que llegue a ser independiente y honestamente crítico con todo lo que acontece. Homenajear el XX aniversario del ‘no a la guerra’ de 2003 y esconder el beneplácito de la ley estrella del gobierno a violadores y abusadores retrata una crisis de credibilidad en sus horas más bajas. Antonio de la Torre y Jordi Évole parecieron jugar los minutos de añadido, colgando balones a la olla y confiando en que rematase Tezanos, pues incluso la altura física de Sánchez ha mermado. El presidente ya no llega a dirigir la pelota de la opinión pública y espera un milagro. Quizá una decisión incomprensible del VAR que le permita seguir con vida institucional hasta diciembre. 

El presidente e Iván Redondo decidieron desde un inicio trabajar un relato alternativo, posverdadero, que lo justificase todo para avanzar en un plan: el suyo. El de la permanencia. Justificar el independentismo y sus atrocidades y perdonar a sus actores para ganar su voto permanente; justificar la persecución de libertades en el marco de la pandemia para imprimir velocidad y ocultar bajo la alfombra a los cientos de miles de muertos; transformar el modelo constitucional del 78 en un modelo autocrático en que todos los poderes sirviesen al amado líder, y moldear las conciencias a base de subvenciones que pagan familias, autónomos y empresas religiosa e irremediablemente, pues la ley sí es para ellos. Para nosotros

Todo esto ha avanzado, salvo la credibilidad de Sánchez. Los españoles han asistido atónitos a una caravana de atropellos. Y quizá también, seguro, con la resiliente confianza en que Sánchez pasará. Las encuestas lo afianzan mes tras mes, pero también reflejan que la batalla política -vestida sólo parcialmente de demoscopia- será igualada hasta el final. 

Todas -salvo el CIS– anticipan una mayoría absoluta de PP y Vox. Que no es la que necesita España en ninguno de sus escenarios. Como tampoco necesita que el PP declare públicamente nuevas series de claudicación gratuita a la ingeniería social de la izquierda para allanar el camino del trasvase de votos. El nuevo Constitucional evidencia que su quórum es pura ciencia ficción y, a costa de devastadores efectos especiales de Conde-Pumpido sobre la ley, Sánchez afianzará todas y cada una de sus leyes ideológicas. Viciosamente constitucionales con su mayoría progresista. Y, por tanto, antihumanas. Y animalistas

Feijóo ya ha dejado claro que será legalista para ganar el voto socialista, con escorzos puntuales para atraer el voto liberal y conservador. Incluso se ha prestado a participar en el juego de la silla del gobierno con un cheque en blanco –sí es sí– que no es fácil de explicar, aunque siempre habrá un portavoz y un mensaje-fuerza que lo enmarque en la moderación. Y la izquierda, unida ante la previsible derrota, se aferra ya a la calle, también subvencionada, y a la sanidad pública de la Comunidad de Madrid, que debe de ser la única deficiente. 

Ésta es la decepción de los últimos lunes del sanchismo. También la de Sánchez, al que sólo una cinta inspirada en la justificación del independentismo le habría amortiguado el auto esperanzador del Tribunal Supremo que hemos conocido hace unas horas. La Justicia preserva la democracia, pero el plan de Sánchez garantiza la impunidad. A Moncloa sólo le queda el relato obsceno, la chequera común y la complicidad de sus incondicionales. Ni las metáforas del reconocido Carlos Saura podrían proyectar tal esperpento de un modo consumible. 

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