Zombis en el poder

Un 20 de febrero, mi abuela Nina dejó un mundo en el que la enfermedad le acompañó de manera cruel. Enterrar a un abuelo es comenzar a desprenderse de lo que empezamos a ser. Ella me vio nacer y yo dormía en la habitación contigua cuando se marchó. El cordón umbilical de la familia es irrompible y traspasa la muerte. Como la propia vida, si la llegamos a ganar. Es comunión. 

Contemplar el sufrimiento te hace ver que nada de lo que te sucede o te sucederá ni es nuevo ni es genuino. Y muestra desde la infancia que la vida merece ser vivida con todas sus consecuencias, pues el regalo es vivirla. Y el privilegio, siguiendo a García Márquez, contarla. Hoy esto no puede incluirse en el currículo porque en la España de Sánchez sólo existe la felicidad para quienes deciden que exista. Es una felicidad selectiva. Y no hay que buscarla. Sánchez te da todo lo que necesitas, si eres afortunado porque te han dejado nacer. Si es así, te regalará educación y sanidad públicas (y gratuitas, claro), becas, bonos, viajes, sonrisas y tardes estelares con amigos. Los suyos. Nosotros pagamos, recuerden. Él va al súper que Calviño descubrió en Instagram y no sigue para que nadie lo encuentre. 

Es la exclusividad de la izquierda. ¿No eres de izquierdas? Se siente, que decíamos de niños. Cuando el difunto Rubalcaba estrenaba ingeniería social con mi generación. Sánchez quiere ser poderosamente inmortal a precio de inflación, pero su fe no trasciende de su espejo. Su espejo miente siempre. Y lo sabe. Pero no está el patio para actos de contrición. La Academia eligió Sevilla para celebrar los Goya preelectorales y dar un empujón a lo poco que puede salvarse, y la encuesta que publica hoy El Mundo se la entrega prácticamente al Partido Popular

¡Cómo estará esta España que la presunta victoria del PP, primero en mayo, será motivo de fiesta nacional! El mismo PP que ha asumido sin inmutarse hace unos días la ley de plazos del aborto. Dicen que ahora es una posición mayoritaria. Quizá en este partido adormecido. ¿Están seguros de que también entre su potencial electorado de mayorías? ¿O es que el voto se ha fundamentado más en clave política y económica que moral? Al respecto, me pregunto: ¿Por qué buscan al PP entre los vivos si su moral está muerta? Ni tan siquiera dormida. Ha decidido que muera de sobredosis socialista. Una vez más. Si gana en mayo, parecerá resucitado de poder, pero será un zombi. 

La política vejada ha definido que matar con garantías y autodestruirse sin límites marquen la agenda. Para morir de impotencia. Asesinar en nombre de la libertad es como hacerlo en nombre de la fe. La descomposición social ha completado su misión cuando escuchamos esto y cuando otros callan o hablan sin alternativa. Para Sánchez, la vida son los trenes de Cantabria, pasando por el túnel sí o sí. Como drama permanente revisable. Derribando la propia naturaleza, que no nos pertenece si no la interpretamos en clave de género y ecología impositiva.  

Podemos morir para vivir para siempre y podemos vivir como si estuviéramos muertos. Lo primero representa el objetivo. Lo segundo, el mal de éste y de todos los tiempos. Con el que inevitablemente convivimos, pero al que no sucumbiremos. Somos muchos. No estamos solos. 

Aznar midió a la perfección sus palabras en la Convención de Valencia de hace unas semanas y habló de responsabilidad para justificar el voto al PP. Esta responsabilidad del electorado es la que ha evitado siempre que España fenezca. Política y económicamente. Pero no es posible asumir que esa responsabilidad encuentre el insulto solemne como respuesta. Ese derecho a abortar que Feijóo reconoce a las mujeres en la ley Zapatero-Sánchez puede motivar un voto en clave de vida. Por derecho natural. Sería tan simple como contraproducente identificarlo con Vox. Pero es factible. 

El fútbol es contagio, sentenció ayer Simeone, que gana batallas, partido a partido, y levanta del asiento incluso a quienes quieren sentenciarle. El fútbol y la vida necesitan contagiar el alma de un proyecto común que aglutine a muchos. A tantos como permitan ahora vivir y decidan después ser libres. El proyecto político necesario es el que protege la vida como valor absoluto. Sin matices. Sin egoísmo. Sin burdos argumentos. Sin medida. Y ese proyecto no existe. Constaté hace dos años que no podía existir en el seno del PP, y nada ha cambiado. Sin proyecto, moriremos como sociedad. 

Sánchez ha licitado 400 millones en concepto de publicidad institucional para que esa muerte sea placentera. Eutanásica, en último término. ¿Por qué hemos dejado de conocer datos de rebajas de condenas a agresores y violadores? 

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