Algo está haciendo bien el PSOE. Las encuestas lo mantienen con vida en todos los feudos. Con pactos, sí. Pero vivo. La respiración asistida es la técnica más común de subsistencia en la España fragmentada que nació del 15-M y continúa, aun con actores y pesos distintos. Y algo está haciendo mal el PP, su alternativa homóloga, pues el vuelco que ha logrado en los sondeos permite únicamente una mayoría, en términos generales, tan exigua como difícil de plasmar en gobiernos autonómicos, salvo Madrid. En ayuntamientos será aún más genuina cada batalla. El reiterado ‘efecto Feijóo’ encalla en la capacidad de resistencia del mapa político rojo que tiñeron los españoles y los pactos hace cuatro años. Los actores de reparto mantienen sus aspiraciones de entrar en gobiernos de bloques.
A escasos cuarenta días para el 28-M, al título de este análisis responden varios argumentos. Antes de enumerarlos, uno muestra la evidencia: no salen las cuentas y cada escaño estará en el aire hasta el final. Se da una doble lógica: la fragmentación y la dificultad -o incapacidad- de los partidos de aglutinar mayorías sólidas para gobernar. Sólo Ayuso aspira a llanera solitaria. Por eso, esta campaña decidirá cada elección.
1. Decidirá, en primer lugar, para la izquierda que gobierna en la mayor parte de comunidades y ayuntamientos. Puede resistir si afianza la fidelidad de su electorado a las siglas, pese a todo, y si continúa marcando la agenda. El presidente del gobierno ha lanzado el marco ‘vivienda’ como sólo él sabe: obviando las dificultades actuales de los españoles y presumiendo de socios, de castigo a los propietarios y de intervencionismo extremo. Lo hizo el pasado fin de semana y ha cambiado el paso a todos. Un anuncio fake de 50.000 viviendas de la Sareb que no son tales, sino sólo 9.000, ha obligado a Alberto Núñez Feijóo a presentar en tiempo su plan en este ámbito. Parecía que la vivienda no existía, salvo para Podemos y sus banderas intervencionista en el alquiler y permisiva con la ocupación. Banderas que ha asumido por completo Sánchez, como comandante en jefe de la causa desde el primer día. El presidente se ha puesto hoy de nuevo el traje de promotor de socialdemocracia urgente y ha lanzado otra exigua oferta de arrendamiento público, que veremos en qué queda finalmente.
Sánchez habla de vivienda y de cualquier otro asunto como quien pasaba por allí y le preguntan. Yolanda Díaz sigue el mismo guión. A juzgar por su papel en precampaña, ninguno de los dos está gobernando. A su electorado amplio parece convencerle que hablen de la aspiración de hacer, aunque no hayan hecho e incluso hayan deshecho y contrahecho. La conexión es romántica. El desgobierno se despenaliza por momentos. Pocos han reparado en la profunda contradicción que ha supuesto la justificación de la ley del ‘sólo sí es sí’ -bendecida antes por un Ejecutivo ahora arrepentido- y la defensa hace unos días de un ‘urbanismo de género’ que buscará -parece- garantizar la seguridad de las mujeres con más luces LED y menos recovecos en las calles. Lo smart y el maná europeo se alían bajo el poder. A veces, la comunicación política puede ser enemiga del bien común y condicionar la impunidad.
2. Decidirá esta campaña para la derecha que aspira a arrebatar plazas. Con la vista en las generales, el éxito pasa ahora por la victoria global y por, al menos, victorias claves. Si el PP no es capaz de fijar los asuntos que preocupan a los ciudadanos, no marcará la agenda. Y no logrará su objetivo. Si sólo pellizca la inflación, la asfixia fiscal, la ley que ha beneficiado ya a mil agresores sexuales o los excesos autócratas de legislaturacon argumentarios desfasados, Feijóo y sus candidatos ocuparán sólo faldones y cuñas de publicidad por imperativo legal.
3. Decidirá en esta campaña el miedo a perder. Se palpa en los territorios donde el PSOE gobierna con mayoría absoluta: Castilla-La Mancha y Extremadura, y en alianzas fuertes en Asturias, Aragón, Baleares, La Rioja, Navarra, Canarias y Comunidad Valenciana. Page y Vara se esfuerzan en desvincularse de la marca Sánchez sin nombrarla y en enterrar su ambigüedad sumisa apelando al gen socialista y sus bondades. Calcan a Sánchez sin Sánchez, pues sus caminos son necesariamente divergentes para tratar de paliar una derrota que será suave en el peor escenario.
4. Decidirá en esta campaña, por último, el miedo a retroceder. En su particular remontada, Feijóo ha demostrado que sabe morder sin levantar la voz, pero sus matices son tan profundos -tan gallegos y tan institucionales- que defraudan a quienes se plantean volver del país de Vox. Y así, Vox resiste. La insistencia en el votante socialista ha permitido un amplio trasvase generalizado PSOE-PP, pero el ensanchamiento de la base electoral por la izquierda se ha frenado. El efecto chicle de derecha a izquierda y de izquierda a derecha marea y desconcierta a unos y a otros. Borja Sémper habló de diagonales en el pulso en Doñana y demostró que el fútbol es muy español. Con todo, el PP va en cabeza a la Moncloa, pero sin aparente capacidad de ganarla sin el partido de Abascal. Podría liberarse de sus miedos -y de Vox- si imprime más velocidad y diseña una estrategia realmente ganadora. Esto es, amplia y ambiciosa. La estrategia; no el término que declaman sus candidatos en cada presentación de listas.
Ante tal igualdad de flancos, va a decidir la campaña. Va a decidir el cortoplacismo. Va a decidir el quiebro y la jugada ensayada. Va a decidir la capacidad de liderar la agenda pública y marcar así cada paso de la precampaña y la campaña electoral. Y van a decidir los contrapesos de ataque y defensa entre candidatos y marcas y marcos. La no renovación de rostros y proyectos penalizará una conexión emocional que sí decanta el voto. En otros casos, la renovación de carteles va a poner a prueba la capacidad de generar confianza a contrarreloj. Absténganse mensajes enlatados, fotografías sin alma, reuniones atemporales con colectivos y rosarios de propuestas copy-paste. Para ganar y gobernar, es necesario mucho más.
Asistimos al inicio de un ciclo electoral que puede ser el último, tal y como lo conocemos. En cinco semanas, una estrategia se impondrá en cada territorio. Se impondrá el qué y, ante todo, el cómo. Hay tiempo. Pero sólo para hacerlo bien. Los partidos deben conjugar todos los elementos con que deben contar: candidato, equipo y proyecto político -no programa-. Pero en el centro sólo deben situar a su universo de votantes. Y su obsesión no puede ser otra que enamorarles liderando la calle, los medios de comunicación y las redes sociales.