Un rocanrol para el progreso   

El spot de la reforma de la ley de autónomos colapsó anoche mi intento de reproducción de la entrevista a Feijóo en El Español. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones brinda en bucle y sin opción de salto las bondades del empobrecimiento del colectivo a través de un relato proteccionista pueril. Enfocado en las pérdidas y en la magnanimidad del Estado -del gobierno-, que promete socorrer a quienes menos tienen -menos ganan- y no les facilitará que puedan progresar. Todo lo contrario. Quien logre apartar la losa y facture más, pagará más, pues éste y sólo éste es el objetivo. Por ley. 

Después de cuatro años en Moncloa, Sánchez presume de que 3 de cada 4 mujeres y 3 de cada 4 jóvenes autónomos ganan menos del salario mínimo. Con la reforma, un trabajador por cuenta propia con apenas 600 euros de rendimiento neto debe pagar ahora el 34% de éstos en concepto de cuota mensual: 230 euros. Los 283 euros precedentes de cuota mínima representaban el 47% de esta nueva horquilla más baja. Es paradójico que la tabla amplíe sus horquillas a medida que crece en tramos y reduzca proporcionalmente el peso de la cuota, mientras lo incrementa en cifras absolutas, año tras año. Un trabajador con ingresos netos de 2.330 euros mensuales abonará más de 700: el 31%. El último tramo, fijado para más de 6.000 euros netos mensuales, fija un máximo de 1.266 euros: representa el 21% de sus ingresos. Es la misma cuota que pagará quien obtenga un beneficio neto de 7.000 euros, para el que esos más de 1.200 de cuota representarán el 18%. 

Al Ministerio le ocupan los ingresos: la recaudación creciente. En cifras absolutas, el autónomo que menos ingrese pagará sólo 50 euros menos que hasta ahora. Y pagará mucho más quien gane más. En cambio, el peso de la cuota sobre el rendimiento neto grava mucho más a quienes menos ganan. También a quienes deciden empezar. 

Gobierno, CEOE y asociaciones de autónomos acordaron en julio esta solución, convalidada en agosto en el congreso con el aval del Partido Popular, y ahora en vigor. Para recaudar más. Mucho más. Para empobrecer más. Mucho más. Los emprendedores deberán seguir luchando contra el Estado por su supervivencia. Mucho más. El Estado ha optado por blindar su decadencia con una limitación pautada de sus ingresos y penalizar cualquier intento de escalar este nuevo muro de cargas. 

El marco de la protección del trabajador adquiere una nueva dimensión al conocer la reforma del sistema de pensiones. Más coste de cotización para empresas, trabajadores y autónomos, que se traduce en más penalizaciones a la actividad económica y a la creación de empleo. Con un horizonte también numérico: pensiones bien delimitadas para una sociedad estructuralmente más pobre, que anhelará el anuncio de ayudas, bonos, escudos e ingresos vitales. El Estado –esa persona de la que usted me habla tan a menudo- debe saber que un empresario, un autónomo y un trabajador aspiran a vivir y progresar. No es un chiste. Necesitan progresar. Han nacido para esto, Alberto; no para pagar impuestos. La protección no es el fin; es la alternativa. Y es mínima ante el desmedido volumen de carga fiscal que soporta el ciudadano. El cese de actividad es el fracaso al que se aferra sin rubor la propaganda gubernamental.

España se desangra en sus familias, en sus empresas y trabajadores; en sus autónomos y en sus parados, públicos y ocultos. Y Feijóo dice que su receta es la tranquilidad. Ante un plan que sólo garantiza la pobreza, la tranquilidad narcotiza. Lo que necesita España es un ritmo frenético de estímulo. Un rocanrol para el progreso. Necesita confianza, convicción e inconformismo. Y el sistema tributario, una revolución que proteja, en efecto, a sus contribuyentes y los libere de la pactada jaula de oro estatal. 

La socialdemocracia como modelo transversal de gobierno de PSOE y PP ha necrosado el progreso social; ha minado el tejido productivo. Por tanto, no hay alternativa. Mismo plan, mayor dificultad, mayor asfixia fiscal. La losa es cada vez más pesada. Y la inflación, el Oscar buscado; no un imprevisto de viernes.

Sánchez ha presumido siempre. Feijóo no presume, pero acata. Los representantes de los empresarios y de los autónomos jugaron con fuego y se quemaron. Los representantes de los trabajadores tienen otras prioridades. Y la gravedad se prolonga sin paliativos ni adjetivos; basta pisar la calle y pasear por nuestras ciudades. La necesidad de un proyecto político auténticamente liberal en lo económico es imperiosa. Es posible un mercado de trabajo que blinde el progreso de los ciudadanos mediante una legislación laboral realmente progresista. Es posible un sistema de pensiones que reconozca el esfuerzo individual de los españoles. Sin topes. Y es posible un Estado racionalmente endeudado. Un gasto -público- no gasto. Un Estado menos Estado. Ante el intencionado fracaso pasado, presente y presente en perspectiva, el medio plazo deberá traer soluciones.  

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